jueves, 27 de enero de 2011

Perseguida

El ascensor descendía rápidamente. 16…15…14..y así continuaba. El calor era agobiante adentro de ese cubo metálico, pero para ella eso no era causal de malestar o preocupación. Claro, tenía otras cosas más importantes en las que pensar. 10…9…8…el tiempo parecía detenido. Finalmente llegó el subsuelo, que era donde tenía ubicado su Lexus convertible. J5 era la ubicación. La recordaba facilmente porque era la inicial de su nombre y el día de su cumpleaños. Mera coincidencia, aunque algún que otro terapeuta hubiera diagnosticado algún caso de ego desmedido.
Descendió de la caja del ascensor con mucha prisa, tanta que casi tropieza con el borde del mismo. Miró hacía atrás instintivamente para ver si no la seguían. Era imposible, el ascensor todavía estaba abierto y ella viajaba sola en él, pero el cerebro a veces no actúa racionalmente sino por impulsos. Inició la larga carrera hacía su puesto de estacionamiento. Si en el ascensor hacía calor, el espeso aire del subsuelo era insoportable, ya que a la alta temperatura se le sumaba el típico olor a gasolina de todo garage, al punto de a veces pensar que encender un cerillo ahí adentro sería casi un suicidio. Mientras corría comenzó a palpar sus bolsillos para encontrar las llaves del vehículo anticipadamente y así ahorrar milésimas de segundo al llegar a él. Se comenzó a desesperar cuando no pudo hallarlas con su tacto, lo que la hizo frenarse por unos segundos. ‘Uf’, resopló. Ya las había encontrado, pensó para sí. No era raro olvidarse de ese detalle estando en una situación tan límite.
Finalmente alcanzó su automovil. Al introducir la llave en la cerradura esuchó un ruido que provenía del sector de ascensores, lo que la hizo alzar la cabeza para observar. Nada. La noche ya estaba bien entrada, por lo cual no debía haber nadie circulando en el edificio. Estaba paranoíca claramente.
Entró, se sentó en la butaca e intentó encender el motor. Una vez, dos veces, tres veces. El motor hacía ruido de encendido pero no permanecía en ese estado. Comenzó a sudar, lo que la hizo abrir la ventanilla. Ahora oia pasos, los cuales cada vez iban en aumento y a gran rítmo. Casi automáticamente se encogió buscando quedar oculta por debajo del nivel de la ventana, la cual cerró lentamente. El sonido de los pasos se redujo drásticamente. No sabía si ello era por la ventana cerrada o porque los mismos se habían detenido. La incertidumbre la mataba.
Pasarón 1, 2 o 3 minutos, que para ella fueron una eternidad, y había una extraña tranquilidad en el ambiente. No sabía si asomarse o no para observar el panorama del estacionamiento. Finalmente lo hizo. Miró a un lado, al otro, y así sucesivamente. Nada pudo ver. No quiso intentar encender nuevamente el automóvil por miedo a no poder hacerlo y que el ruido llamase la atención de la persona que se encontraba recorriendo el garage, por lo tanto abrió la puerta muy lentamente y descendió del vehículo agachada. Otra vez observó hacía todos lados y no vió nada, por lo tanto se acostó en el piso para tratar de mirar por debajo del auto. Ahí vió al sujeto. Estaba a unos 50 metros, y lo separaban varios vehículos de ella. Pensó que hacer. La salida estaba justo en la dirección en la que se encontraba el sujeto, por lo cual ya había una opción que no podía elegir: escapar a pie. Era imposible alcanzar la salida sin ser divisada por esta persona. <¿Volver a los ascensores?>, pensó. Era una opción. Mejor dicho: la única opción.
Se arrastró por el costado del Lexus y empezó a caminar agachada pasando detrás del resto de los vehículos para encontrar el camino hacía el pozo de los ascensores. Al mismo tiempo procuraba ir observando la ubicación de este visitante nocturno. No hacía mucho, caminaba de un lado a otro pero siempre sobre sus pasos, por lo cual nada le impediría a ella llegar a los ascensores si continuaba con ese paso. Por suerte para ella se encontraba usando zapatillas deportivas, por lo cual sus pasos prácticamente no hacían ruido al impactar sobre el concreto. Por el contrario, el otro sujeto tenía unos recios zapatos, lo cual pudo fácilmente deducir al oir sus pasos anteriormente. Aceleró el paso y llegó finalmente a los ascensores. Se metió en el pequeño hall previo, asegurándose no ser vista. Lo logró. Apretó el botón y la puerta se abrió rápidamente. Claramente nadie lo había utilizado en los últimos minutos, por lo cual estaba frenado en el subsuelo. Entró e intentó mirar si alguien la seguía. Nada. Siquiera un sonido que le pudiese sugerir una presencia extraña cerca. Apretó cualquier botón. Ya ni pensaba. Se cerró la puerta. El ascensor no arrancó. Quietud total. <¿Qué pasa?>, pensó. Comenzó a apretar todos los botones del panel. No había reacción. De repente se le ocurrió pulsar el botón de emergencia, pero no lo hizo para evitar llamar la atención. Pasaron unos segundos y pum. Oscuridad total. La luz se había apagado. Le ganó la desesperación y una especie de claustrofobia galopante. Luego nada más, cayó desmayada.